Es muy
importante que los pensamientos y los sentimientos se expresen únicamente con
la danza misma. Afortunadamente, ésta ha sido la intención de los coreógrafos
hoy en día y cuando esto sucede, la satisfacción artística es inmensa.
Sin
embargo, el ballet tradicional se apoya en la mímica o pantomima para dar mayor
belleza dramática y para que la audiencia comprenda mejor el desarrollo de la
historia. Dicha mímica se ha estilizado y adaptado para hacerla mas bella y
para que forme parte del ballet mismo y no se vea como algo fuera de él. A este
tipo de mímica la llamaremos “mímica clásica”.
La mímica
clásica aún aparece en los exámenes de ballet, aunque no como prioridad. Hoy en día, existe una tendencia
a rechazar esta mímica formal y estilizada que ocupó una parte muy importante
en los grandes ballets del siglo XIX como Giselle, Coppelia, El Lago de los
Cisnes y La Bella Durmiente. Gran parte de la mímica original ha sido eliminada
en las producciones clásicas de hoy en día.
Dado lo extenso que ha resultado ser este tema, he decidido dividirlo en dos partes. En esta primera parte hablaremos un poco de la historia de la mímica clásica, de sus orígenes. En la segunda parte armaremos un breve diccionario con los términos más utilizados de la mímica en el ballet y su correcta ejecución.
La mímica.
La mímica
es un elemento fundamental de diversas disciplinas artísticas como el teatro y
la danza, utilizado para transmitir
diversos mensajes sin necesidad de la comunicación
oral. También conocida como pantomima en el habla hispana.
En los
grandes teatros antiguos al aire libre de Grecia y Roma, donde el público podía
ver pero apenas podía oír, la mímica era un elemento importante en la
interpretación.
La
creación de la pantomima como “arte teatral” fue controversial porque hizo algo
que ningún otro arte, sustituir por completo la voz con el cuerpo. Para algunos
espectadores, los héroes y heroínas sin voz parecían privados de sus
características fundamentales. Don Juan carecía de su elocuencia calculada.
Medea no era exactamente la bruja que ella podría haber sido si no podía
maldecir verbalmente al amor infiel de su amante. Los héroes silenciosos
parecían despojados de sus cualidades. También se desafiaron los principios
ideológicos. Siempre había sido, y podría decirse que todavía es, una tendencia
el relacionar la palabra hablada con la mente, como si uno fuera una señal
necesaria y única de la otra. Se creía que al eliminar el lenguaje verbal, se
eliminaba también la razón.
Estableciendo
un paralelismo entre la pantomima y el desarrollo de la lengua de signos para
las personas sordomudas, sabemos que se ha reconocido por las Naciones Unidas
que éste último es un auténtico idioma. Sin embargo, en el siglo XVIII, se
creía que el sordomudo era incapaz de alcanzar una madurez intelectual plena.
La pantomima y, posteriormente, el ballet d’action nacen como un desafío a esta
creencia. Cabe mencionar que el sordomudo, el mimo y el bailarín se
comunican con diferentes códigos, lo único que tienen en común es la mudez.
Es imposible saber si la pantomima nació del lenguaje de los signos
para los sordomudos ya que se ha conservado muy poca evidencia, pero algunos
libros al respecto del siglo XVIII sacan a la luz elementos sugestivamente
teatrales del lenguaje de las señas. Por ejemplo, el signo de "amor"
se describe en algunos ensayos sobre el lenguaje de los signos de la siguiente
manera: "la mano derecha se coloca firmemente sobre el corazón, sobre la
mano izquierda”, que es el signo del “amor” que todos conocemos en el ballet.
Una diferencia importante entre el lenguaje de los signos y la mímica clásica
del ballet, sería que los bailarines utilizan todo el cuerpo, mientras que los
sordomudos, usan las manos y la cara. Lo más importante de todo, es que el
ballet y el lenguaje de los signos comparten un principio fundamental: la
expresión somática es autónoma, el lenguaje corporal puede representar
todo sin el apoyo de palabras
articuladas.
La
pantomima moderna acabó siendo un arte puramente mudo, donde el significado es
trasmitido solamente a través del gesto, el movimiento y la expresión corporal.
Adquirió el rango de “Gran Arte” en el siglo XIX gracias al actor francés Jean
Gaspard Deburau, que refinó los rasgos de un temprano personaje de la “comedia
del arte” y creó a partir de él a “Pierrot”, el payaso herido de amor.
Un
poco de historia...
El
ballet tiene su origen en los espectáculos realizados en las cortes de los
reyes europeos, y encontramos las primeras manifestaciones en Italia, en las
fiestas reales, durante las cuales se ejecutaban danzas y canciones entre plato
y plato del banquete. Catalina de Médicis (Florencia, Italia,
1519) al casarse con Enrique II de Francia, lleva el “Balleto” para entretenimiento de sus
hijos. En 1581, con motivo de una boda, Beaujoyeux presenta el “Ballet
comique de la reine”,
donde integraba elementos franceses e italianos de danza, música y espectáculo,
dentro de una unidad armónica.
El rey
Luis XIV debe su sobrenombre de Rey Sol al hecho de haber aparecido en un ballet
como Sol. Este apodo lo siguió toda su vida, siendo él mismo un bailarín,
amante de esta manifestación al punto de haber creado en 1661 la “Academia de
Música y Danza”, actualmente “Opera de París”. Ya estaba puesto el cimiento de
lo que sería el más alto exponente de técnica física y representación teatral
que tiene la danza.
El
ballet era una forma de espectáculo algo extraño. No era una forma artística
por sí sola, eran danzas cortas que servían de acompañamiento para la poesía,
el teatro, y la ópera. Dichas danzas eran poco melódicas, y poco expresivas.
Poco a poco, el ballet se fue convirtiendo en algo más que “movimiento sin
sentido", y se unió a las llamadas "artes imitativas", aquellas
artes que eran un reflejo de algo profundo dentro de nosotros y que por lo
tanto, tenían algo que decir acerca de la naturaleza humana.
Jean
Georges Noverre
El
gran reformador del ballet será Jean Georges Noverre (1727-1810), quien crea el “Ballet d’action”, con importante contenido expresivo, dando un
lugar preponderante no sólo a la técnica sino también a la mímica y a la faz
interpretativa. Su vida esta marcada por los acontecimientos culturales y
políticos de su época, especialmente por la revolución francesa. Llamado
también “el Shakespeare de la Danza”, Noverre se convirtió en Maître de ballet
de la Opera de París, el sueño de toda su vida, gracias a la reina María
Antonieta, quien había sido su discípula en Viena.
Sus
pensamientos e ideas se encuentran plasmadas en su libro “Cartas sobre la danza
y el Ballet”. En sus cartas Noverre aclama por: “romper caretas horrendas,
quemar pelucas ridículas, suprimir incómodos miriñaques, crear el teje mas
noble, mas verdadero y mas pintoresco”. El párrafo famoso, citado antes,
concluye con: “…exigir acción y movimiento en las escenas, alma y expresión en
la danza; señalar la distancia inmensa que hay entre la mecanización técnica y
bailar con genia”
Noverre se empeñó en lograr que
las obras tuvieran mayor veracidad dramática; que se olvidara el uso de las
máscaras y se introdujera un vestuario más cómodo para la danza.
De sus 150 ballets sólo quedan libretos y partituras, pero las descripciones de la época atestiguan su calidad.
De sus 150 ballets sólo quedan libretos y partituras, pero las descripciones de la época atestiguan su calidad.
El
ballet d'action fue un fenómeno intelectual, cultural y artístico que dio
importancia a la razón, al sentimiento y a la necesidad de cuestionar los
convencionalismos. Era muy emotivo, y cuestionaba las prácticas
establecidas de la danza. Fue uno de esos fenómenos artísticos tan popular como
controvertido. Es fácil atribuir su popularidad a un aumento del interés
contemporáneo en el cuerpo expresivo.
El
argumento de Noverre era que una acción narrativa completa podría ser contada
sin el uso de palabras. En efecto, mimos bailarines afirmaron con fuerza la
creación de un nuevo lenguaje teatral. La oposición crítica con que se toparon
casi siempre se basaba en la creencia de que era una expresión somática,
sustituto inadecuado para el lenguaje articulado de teatro, incluyendo ópera,
que no podría transmitir en la misma complejidad de significado, y no merecía
el nombre "lenguaje" en absoluto. Para estos críticos, el éxito del
ballet d’action debía ser medido en base a su capacidad para lograr todo lo que
es posible en el teatro hablado; ni más, ni menos.
Noverre decía: “Hijos de Terpsicore renuncien a los pasos excesivamente
complicados, abandonen gestos artificiales y estudien los sentimientos… ¡fuera esas máscaras sin vida que son sólo una mala copia de la naturaleza!
Esconden sus facciones y cubren las emociones, privándolas de su mas importante
forma de expresión… Un ballet bien compuesto es transmisor viviente de las
pasiones, modos, costumbres, ceremonias y vestuarios de cada una de las
naciones; en consecuencia, debe ser expresivo; de lo contrario se convierte en
un espectáculo frío y barato. El ballet no admite mediocridad”.
A
los maestros les pedía que aprendieran a hablar “el lenguaje de las pasiones”
por que una danza debía ser dramáticamente coherente, los pasos debían
ser consecuencia de los sentimientos y no simples rutinas. También que hubiera
una estrecha concordancia entre la música, la coreografía, el libreto, la
escenografía y el vestuario.
“Todo ballet complicado y difuso del cual no puedo adivinar la intriga si no tengo el programa en la mano, no será más que un simple pasatiempo de danza, llevado mas o menos bien y que no me afectará sino en forma mediocre, ya que estará desprovisto de todo carácter y despojado de toda expresión".
"Estaré de acuerdo en que la ejecución mecánica de este arte ha sido llevada a un grado de perfección tal, que no deja nada que desear; en algunas ocasiones posee gracia; pero la gracia no es más que una pequeña parte de las cualidades que debe tener. Los pasos, la soltura y el brillo de sus encadenamientos el aplomo, la firmeza, la rapidez, la ligereza, la precisión, las mas opciones de los brazos a las piernas; he ahí lo que yo llamo el mecanismo de la danza. Cuando todas estas cosas no se ponen en ejecución por el espíritu, cuando el genio no dirige todos estos movimientos y el sentimiento junto con la expresión, entonces aplaudo la destreza, admiro al hombre máquina, hago justicia a su fuerza y su agilidad, pero no me enternece y no me causa más emoción".
"Si un hombre genio, ordena las letras, forma y relaciona las palabras, la danza dejará de ser muda y hablará con tanto vigor como energía: entonces, los ballets participarán, junto con las mejores obras teatrales, de la gloria de emocionar, de enternecer, de hacer correr las lágrimas y de divertir, seducir y agradar en los géneros mas serios. La danza, embellecida por el sentimiento y guiada por el genio, recibirá los elogios y los aplausos que toda Europa concede a la poesía y a la pintura, la recompensa gloriosa con que se les honra”.
Te recomiendo leer: La Mímica y el Ballet. Parte 2.
Beryl Morina, MIME IN BALLET, ISBN: 0-9539358-0-9
Edward Nye, MIME, MUSIC AND DRAMA ON THE EIGHTEENTH CENTURY, ISBN: 1107005493
No te pierdas la segunda parte de este artículo, con ejemplos, videos, fotografías y más...
Me encantan tus artículos Mariana, aprendo muchas cosas interesantes =)
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo, Mariana. Realmente se podría hacer una historia de la danza a partir de las distintas maneras de usar la mímica: la diferencia entre el lenguaje de los bailarines y el de los sordomudos es, quizá, la intención artística de los primeros, que todo lo envuelve, haciéndoles ir mas allá de las fronteras de la utilidad propias del lenguaje cotidiano. Es verdad que en el siglo XVIII no se consideraba a los sordomudos personas realmente capaces de utilizar la Razón: Kant escribe sobre ello en la "Antropología" y es devastador... En general, las críticas siempre han sido duras para aquellos que utilizan formas de expresión que no pasan por el lenguaje oral o escrito, una idea que se desprende ya del origen mismo de la palabra "razón" que etimológicamente, en griego clásico, es "logos" que significa tanto "razón" como "palabra". Y la cuestión es que para los occidentales, al menos desde la Grecia clásica, se define al hombre como un ser racional, y es ésa capacidad de usar la razón (o la palabra) la que lo diferencia de los animales y las bestias, aunque también de los dioses. La animadversión hacia la pantomima y la danza proviene en parte de esto: si no usamos la palabra (o la razón) es como si perdiésemos nuestra esencia. Noverre tuvo entre manos una tarea ingente. Saludos!
ResponderEliminarIbis
Gracias Ibis por tu comentario. Muy interesante tu observación sobre el origen de la palabra Razón, de ahí el relacionar siempre la mente con la palabra. Me gusta mucho leer sobre los orígenes del ballet, pienso que es importante saber de donde venimos para entender mejor lo que somos; por ejemplo, para comprender mejor la magnitud del trabajo de Noverre, el parteaguas que transformó al ballet en lo que hoy conocemos. Gracias!
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